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Ser bruja es trabajo duro. Un trabajo que requiere esfuerzo y cuyos resultados nunca se ven del todo, porque ser bruja no tiene que ver con los resultados sino con los procesos.

Las brujas celebramos los tiempos de la tierra: las estaciones.

Las brujas celebramos los tiempos del cielo: las lunas.

Las brujas estamos en contacto permanente con todo lo que pasa nuestro alrededor.

Las brujas somos mujeres que honran sus espacios de intimidad y abren los brazos a los que las necesiten.

Las brujas hablamos un idioma, propio, individual a cada bruja. Hay brujas que encuentran su brujería cocinando, brujas que encuentran su brujería en las cartas del tarot, brujas que encuentran su brujería en los rituales del fuego...

Las brujas usamos falda.

Un conducto que nos permite estar permanentemente con la útera conectada a las fuerzas infinitas de la tierra.

Las brujas menstruamos  y respetamos los tiempos de nuestra menstruación, sabemos usarlos y sacar el mejor partido de ellos.

Las brujas somos sabias y trabajamos para ser más sabias.

Las brujas podemos  o no ser madres biológicas, pero siempre somos madres de una comunidad que nos busca para ver, para sentir, para sanar.  Un grupo de personas  que busca el consuelo y el tirón de orejas.

 

Las brujas tenemos el dedo verde.  Somos naturalmente ecologistas porque amamos a nuestra madre. 

Sabemos de semillas y brotes, de ramas y de trinos, de podas y de nutrientes.

Las brujas compostamos, literal y metaforicamente.    

Bruja se nace.  También se hace, cada día.
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